Curiosamente, vivo encima de una roca, pero de una roca literalmente. Mi casa tiene sus cimientos en una pedazo de roca enorme. Llevo 12 días aquí y te aseguro que siento su fuerza, de alguna forma, en mi energía.
Noto cómo ahora estoy más enraizada, que ha llegado en el momento en que más en mi sitio me encuentro.
Que ahora me encuentro firme como una roca, y vulnerable como el viento que la mece.
No es casualidad.
Hasta ahora, me había dejado mecer por mi árbol genealógico, con grandes y contundentes ramas, pesadas, desgastadas e incluso con “pulgón”.
Ya me entiendes.
He cargado con todas esas ramas sobre mí, que me impedían erguirme, caminar por mí misma, mirar hacia arriba, levantar la cabeza.
Sólo he mirado la suelo para no tropezarme.
Y esto sí que es literal. Mis piernas débiles y dormidas, han necesitado siempre mirar el pavimento para no tropezar. Pero a la mínima, yo me iba al suelo.
Tan literal como emocional.
Me he caído tantas veces, que me ha salido callo.
Un callo que sólo duele cuando me caigo de nuevo, entonces me recuerda que ahí están todos los golpes previos.
Tanto míos propios, los que me ha tocado vivir, como los que he arrastrado de mi familia, concretamente, de mi linaje femenino.
Cada vez estoy más libre de todas esas ramas que me vencían, que me pesaban, y que cuando intentaba podarlas, más fuertes y retorcidas crecían.
Porque cada vez que he intentado separarme de mi familia de origen, siempre me perseguía con más fuerza, con más dolor, con más conflictos y con más críticas.
He sido y seré la “oveja negra”.
Y como conté en mi post anterior, agradezco serlo, de hecho, prefiero sentir que soy la oveja morada, luchadora, feminista, libertaria 💜
Y sí, ahora me siento así, potente, fuerte, con mirada alta, con sonrisa en la cara y con ojos que brillan de emoción, porque por fin me quité esas ramas que no me dejaban ver el sol.
Ahora no me para nadie.
Ahora camino sin sombras, sin raíces retorcidas ni espinas que se claven.
Porque he dejado mi árbol atrás. Agradeciendo de dónde vengo y las batallas que libraron las mujeres de mi clan antes que yo. Pero en esta etapa de mi vida, las dejo atrás, las observo con amor y compasión y me libero de todo ese sufrimiento y culpabilidad heredado.
Decido anclarme en esta roca fuerte, serena, firme que ahora sustenta mi vida, mi casa, mi cama y mi familia elegida. La que de verdad elijo desde el corazón, sin peros ni condiciones. Libre.
Te abrazo fuerte,
Marta.
PD: Mis palabras fluyen de mi corazón, no releo lo que escribo ni reviso nada antes de publicar. Esta es la misión que vengo a sostener con estas cartas. Libertad sin pretensiones, sin corregirme en nada. Simplemente yo.
Yo.
Porque así es perfecto.
Y me encantará leerte si te resueno de algún modo. Puedes hacerlo contestándome a este email o dejando un comentario directamente en el post.